La teoría de las verdades herméticas ha dado origen a muchos grados masónicos conocidos por los nombres de adepto, fénix, sublime, filósofo, etc.
Un serio y detenido examen de la mayor parte de las ceremonias y prácticas masónicas, así como la exposición de muchos de sus emblemas, particularmente el sol de oro, que es uno de los principales, legitima la opinión de que la ciencia de Herirles, practicada por los templarios, es el origen y el objeto de esa sociedad llamada masónica.
La marcha de los primeros grados, la forma de las logias, la distribución interior del templo, los cálculos misteriosos, los votos de la asociación, los reglamentos generales de la orden, la práctica de la virtud y el secreto tan frecuentemente recomendado, hacen sospechar que ya los templarios habían recogido estos rituales de los primeros hombres que se reunieron bajo el pretexto de reconstruir el templo de Salomón. En realidad, lo que se proponían era una obra en consonancia con la habilidad y la sabiduría de aquel monarca tan versado en las ciencias ocultas y en las ocultas combinaciones de la naturaleza.
El número nueve es de capital importancia dentro del ritual masónico. La tabla que transcribimos a continuación resume todas las propiedades de este número.
De cualquier modo que se multiplique el número nueve, el resultado de la multiplicación formará siempre, sumando una cifra con otra, el número nueve.
O sea, de dieciocho, uno más ocho, nueve. De veintisiete, dos más siete, nueve, y así sucesivamente.
Otra peculiaridad es que, comparando los resultados primero y último, segundo y penúltimo, etc., nos dan siempre los mismos números a la inversa.
Por otra parte, tanto la espada o los puñales y el triángulo son símbolos herméticos de gran tradición esotérica dentro de la historia de la magia. Lo observamos ya en las Clavículas de Salomón, o bien en la Corona de los Magos. Aparecen también en el Grimorio del Papa Honorio.
Y con el triángulo como elemento imprescindible se fabrican los más poderosos talismanes.
Ya entre los instrumentos de la magia salomónica, sólo la espada podía ser blandida después de la consagración de los aspirantes.
Del mismo modo que las ceremonias de la recepción varían según los grados, varían también las insignias y los trajes:
El sentido de cábala de la masonería les lleva a medir el tiempo de un modo diferente al vigente. El año masónico empieza el primero de marzo, como el año astronómico, y añade cuatro mil al número de años de la Era Cristiana. La razón de esta diferencia está en que los egipcios empezaban sus misterios en el equinoccio de la primavera. Así, pues, si un masón escribe una carta el 21 de febrero de 1879, la fechará a 21 del mes 12 del año de la luz 5878.
No satisfechos con el misterio que rodea sus ceremonias, sus adeptos han dado nombres especiales a todos los objetos que en ellas se emplean y a los actos que realizan. Por ejemplo:
Y así sucesivamente en una lista interminable. Asimismo, el lenguaje y su escritura se diferencian del vulgar, pues lo reducen en lo posible a una serie de abreviaturas. Por ejemplo, los masones empiezan siempre sus trabajos con la siguiente escritura:
que quiere decir a la gloria del gran arquitecto del Universo. Como vemos, la abreviatura está significada por tres puntos que simbolizan el triángulo.
En sus ceremonias, los brindis de obligación son siete: número misterioso consagrado por los antiguos e igual al de las esferas a quienes en el principio se dedicaban las siete libaciones. Estos brindis tienen precisamente el mismo orden que los días de la semana.
La primera libación se ofrece al Sol, la segunda a la Luna, la tercera a Marte, la cuarta a Mercurio. la quinta a Júpiter, la sexta a Venus y la séptima a Saturno.
Dentro de la gran orden de la masonería, los rituales de profundo sentido esotérico que hemos visto tienen su aplicación para todo tipo de ceremonias, incluyendo las bodas, pues la masonería admite también en su seno a la mujer, y también para las defunciones.