Hace un tiempo, leyendo un reportaje realizado a Victoria Camps publicado en el diario español La Vanguardia, me llamó la atención una frase que originó esta entrada.
Camps menciona que actualmente los libros de autoayuda reemplazaron a los de filosofía en los estantes de las librerías .
Dicho de otra manera, se sustituyó la perspectiva para observar ciertos problemas inherentes a lo humano y plantear periódicamente preguntas que son reformuladas una y otra vez, por respuestas a problemas cotidianos con fórmulas cerradas y definitivas.
Astrológicamente, mencionaríamos un desplazamiento de las temáticas propias de casa IX por una acentuación de la casa III. ¿Por qué la casa III? Por la carga de un sentido común propio del vecino de al lado de mi casa.
Todos leemos varias veces al día en las redes, distintas versiones de un enunciado que podríamos sintetizarlo en la fórmula: siempre es más bello ver florecer una rosa que apretarse los dedos con la puerta, premisa con la que seguro difícilmente se esté en desacuerdo.
Pero estas afirmaciones pueden aún tener otra vuelta de tuerca posible. En una rara cruza de Sherlock Holmes con Sigmund Freud, encontraremos un largo catálogo de significaciones estáticas y mecánicas de las razones por las cuales uno se machuca un dedo.
¿Y las cuestiones filosóficas, el cuestionamiento de los valores, de la ética, o de las virtudes para devenir mejores personas? Ausentes sin aviso.
Este desinterés contemporáneo por lo propio de la IX: aquello que pone en cuestión lo habitual y conocido enfrentándonos con lo diferente, tiene un efecto colateral notable en la pérdida del sentido de la hospitalidad y generando una reacción hostil ante el extranjero.
Ese individuo que se atendía con deferencia porque traía noticias de otros lugares, hoy se ha convertido en una amenaza potencial. Sin duda existen numerosas razones sociológicas y económicas que justifican la tendencia al repliegue sobre sí mismo y la gente más próxima.
La casa III cierra el primer cuadrante iniciado en la I. Va del Yo soy al contacto de intercambio con los pares, con quienes compartimos los mismos códigos. La casa IX culmina el tercer cuadrante iniciado en la VII. Sin duda exige un esfuerzo salir a la exogamia relacionándonos con un ajeno, con alguien fuera del clan, pero es el camino que culmina en la IX ampliando el horizonte conceptual.
Aunque nada es tan claro y lineal, vivimos en épocas de paradojas. Las redes sociales permiten relacionarnos con una cantidad de “amigos” del mundo entero a quienes terminamos bloqueando antes o después porque opinan distinto a nosotros y encerrándonos en una charla endogámica con quienes miran el mundo por mi misma ventana.
Y resulta que para no perdernos en el mundo globalizado -que sólo globaliza capitales y mercancías- terminamos viviendo en una realidad más pueblerina que la de los abuelos.
Porque muchos de esos antepasados abandonaron la aldea para probar suerte en un mundo desconocido, distinto y lejano abriéndose con mayor o menor esfuerzo a otra realidad. Nosotros vamos caminos a convertirnos en cuasi caracoles cibernéticos replegados sobre nosotros mismos y asegurando intercambiar mensajes sólo con quienes nos garanticen que tenemos razón.