El agua es indispensable para la vida.
Como sabemos los seres humanos estamos formados en más de un 60 % de agua, y su influencia en nuestra vida es fundamental.
Desde el principio de los tiempos los asentamientos de las ciudades y pueblos se vieron condicionados por la cercanía del agua, de ríos y mares.
Pues bien no solo influye en nuestra vida el agua que fluye por la superficie terrestre, sino que también lo hace el agua subterránea.
El agua que penetra en la tierra desciende más o menos profundidad, dependiendo de la naturaleza geológica del terreno, de las capas atravesadas.
Cuando encuentra una capa impermeable, se concentra y forma estratos más o menos importantes y más o menos profundos.
Estas corrientes de agua subterránea circulan por debajo de nuestras casas, de nuestros edificios. En ocasiones observamos como en las paredes de nuestras viviendas aparecen humedades, condensación, grietas, hongos; pues bien, algunos de estos fenómenos están ocasionados por las corrientes de agua subterránea.
Pero no solo afectan de manera física a nuestras viviendas, también influyen en los seres vivos.
Estas corrientes de agua dependiendo de su profundidad, caudal, velocidad, y otros factores, pueden generar:
Una corriente de agua subterránea provoca en nuestro entorno una zona de influencia claramente superior a la de la anchura de la corriente. Observaciones y estudios han demostrado que esta influencia se extiende por una y otra parte de la verticalidad de la corriente sobre una distancia igual a la profundidad.
Esta influencia se puede medir con radiestesia, aunque también existen dispositivos que pueden detectarla como el G- Explorer.
En los lugares donde hay vegetación, esta influencia se observa porque los arboles no crecen verticales, sino que si la perturbación es importante, estos intentan desviarse de la influencia y crecen inclinados. SI hay hierva esta crece más que en el esto de la zona y de un color más verde.
Lo primero que debemos tener en cuenta, es que no todas las personas sufren la influencia del agua subterránea, y las que lo hacen pueden sentir alteraciones más o menos importantes, dependiendo de su predisposición genética.
Los efectos en nuestro bienestar, normalmente, no aparecen de un día para otro.
Es necesario pasar mucho tiempo encima de una corriente de agua (como cuando dormimos), y normalmente, además existen otro tipo de fenómenos que sirven de catalizadores, como puede ser la existencia de un cruce Hartmann, o Curry, un exceso de contaminación electromagnética, una situación de estrés prologado, etc…
Su capacidad para dinamizar procesos orgánicos servirá para acelerar procesos metabólicos innecesariamente generando envejecimiento precoz. Debido a un aumento de la ionización +, puede llegar a causar molestias en la espalda e insomnio.
Puede ser causa de procesos degenerativos como osteoporosis, fatiga crónica, nódulos linfáticos, problemas renales, reuma, molestias articulares, edemas, debilidad ósea, reumatismo, tristeza, apatía, depresión, miedo, falta de concentración, perdida general de vitalidad, escasa creatividad, etc.
Sensaciones físicas: mayor salivación, mayor actividad de la vejiga, activación de la zona lumbar, las rodillas, de los huesos en general, sensación de frescura, aunque a veces podemos percibir picazón y molestias en los parpados o pesadez de ojos.
La nocividad o los efectos potencialmente patógenos se multiplican en la vertical de espacios donde se cruzan dos corrientes, lo que se conoce como “punto rayo” pues son zonas que atraen a los rayos de las tormentas con tanta mayor atracción cuanto mayor sea su caudal y mayor separación entre las profundidades de las dos corrientes (por mayor diferencia de potencial eléctrico).
Ambiente y Bienestar