Las referencias a la filosofía griega como el crisol del racionalismo occidental se hacen en general a través del razonamiento y de la lógica. Pero la cultura griega tiene un componente esencial de mitología, que puebla de dioses desde la cima del Olimpo hasta el fondo del mar. De la genealogía de esos dioses, con caracteres irracionales y humanos, se desprende un halo de misterio y de magia. Allí se asienta una base importante del idealismo antiguo de Platón y en consecuencia, su pensamiento sobre el tema de la adivinación.
El punto de partida de nuestro propósito, lo anclamos en este lugar de la doble corriente racional e irracional de la cultura griega, que está expresada en un diálogo de Platón, relatando la conversación entre Sócrates y Fedro. (1) Lo esencial de este diálogo trata del amor y de la escritura, pero también es cuestión de la locura (delirio o manía), de la reminiscencia y de la transmigración de las almas.
Para cualquiera que vea en la sabiduría de Sócrates el efecto de la razón fría, puede parecer sorprendente que el discurso de Sócrates comience con un elogio de la locura (2). Lejos de ser siempre una locura malvada, a menudo es "un regalo divino" que nos brinda los mayores beneficios. Esta locura que se apodera del hombre bajo la influencia de los dioses es en todos los sentidos superior al simple sentido común que nunca ha producido nada grandioso: “…si fuera algo tan simple afirmar que la demencia es un mal, tal afirmación estaría bien. Pero resulta que, a través de esa demencia, que por cierto es un don que los dioses otorgan, nos llegan grandes bienes.” (3) Entonces no debemos temerle y ni defendernos de ella, sino todo por el contrario. Estos beneficios de la locura son manifestaciones divinas, y enumera cuatro clases (4), que son inspiradas por diferentes dioses (5):
La primera forma es el arte de la profecía (adivinación): la locura se vuelve similar al trance, al éxtasis, que en la Pythia de Delphos por ejemplo, expresaba la palabra divina. La religión griega, de hecho, inspiró a todo tipo de mediaciones para predecir el futuro. Pero de entre los adivinos, Sócrates da un valor más alto a los que confían en la palabra de Dios que a quienes invocan a los signos materiales, tales como el vuelo de las aves.
La segunda es el arte de aquellos que practican la purificación y la iniciación (la teléstica, τελεστικός, telestikos, iniciático). La teléstica presenta elementos teúrgicos provenientes al parecer de los caldeos. Los que estaban así en posesión de la palabra divina, también habrían tenido, en algunos casos, el poder de curar enfermedades a través de oraciones y de rituales.
La tercera forma de propiedad es uno que se manifiesta en la posesión por las musas y abarca la creación artística (lo poético). La creación de hecho no es la simple aplicación de técnicas bien aprendidas. Quien quiera aprender a ser un poeta, un músico o un artista mediante la simple adquisición de conocimientos y técnicas siempre carecerá de lo esencial: la inspiración, “la locura de las Musas” (5).
Y por último la cuarta forma - eso que es de gran importancia para nosotros aquí: el que se apodera del que ama: lo erótico. “El amor ha sido enviado por los dioses para traer beneficios al amante y al amado, y tal manía nos es dada para nuestra mayor fortuna” (6). Pero esto solo los sabios, que conocen la naturaleza del alma serán convencidos, pero Sócrates impone un largo rodeo a través de la filosofía, que implica una reflexión en la complejidad de una cosmología, que no siempre es fácil de descifrar.
En el elogio a la manía (1), Sócrates afirma los caracteres del delirio profético propio de la adivinación y hace la distinción entre los medios a través de los cuales ella se manifiesta. En esta distinción se aplica a manifestar las diferencias entre la inspiración divina de la videncia “natural” y los métodos humanos de las artes adivinatorias, que siempre utilizan la experiencia o algún soporte intermedio en el cual se descubren los indicios que son interpretados por los videntes. Haciendo una clara distinción entre mantiké, la videncia natural, con la oiónistiké, la adivinación artificial, describiendo las diferencias entre una y otra. Este es un tema recurrente en el Fedro de Platón, pero tiene también es posible descubrir antecedentes de ese tema en Posidonio:
“…es digno de traer a colación el testimonio de aquellos, entre los hombres de entonces, que plasmaron los nombres y que no pensaron que fuera algo para avergonzarse o una especie de oprobio la manía. De lo contrario, a este arte tan bello, que sirve para proyectarnos hacia el futuro, no lo habrían relacionado con este nombre, llamándolo maniké (μανικὴ) Más bien fue porque pensaban que era algo bello, al producirse por aliento divino, por lo que se lo pusieron. Pero los hombres de ahora, que ya no saben lo que es bello le interpolan una t, y lo llamaron mantik (μαντικὴ). También dieron el nombre de «oionoistik» (οἰονοϊστικὴ), a esa indagación sobre el futuro, que practican, por cierto, gente muy sensata, valiéndose de aves y de otros indicios, y eso, porque, partiendo de la reflexión, aporta, al pensamiento, inteligencia e información.
Los modernos, sin embargo, la transformaron en oiónistik (οἰωνιστικὴ), poniéndole, pomposamente, una omega. De la misma manera que la mantik (μαντικὴ) es más perfecta y más digna que la oinistik (οἰωνιστικὴ), como lo era ya por su nombre mismo y por sus obras, tanto más bello es, según el testimonio de los antiguos, la manía (μανία)que la sensatez, pues una nos la envían los dioses, y la otra es cosa de los hombres.” (6)
1. Hemos utilizado la traducción de E. Lledó Íñigo, Diálogos de Platón, Tomo III, Biblioteca clásica Gredos, Madrid, 1988 2. Platón, el elogio de la manía (maniké) Fedro, 244a- 245c 3. Ib,, 244a 4. Ib., 244c, d 5. Ib., 265b 6. Ib., 245b, c, d