Cada tanto, cuando se supone que el público se ha renovado un poco, algún astrónomo que quiere fama, en consonancia con algún medio que precisa darle alguna polémica a la audiencia, reflotan el tema de la constelación de Ofiuco y un supuesto signo número 13. La polémica no tiene nada de nuevo, la última vez fue en el 2011, pero se renueva desde hace muchísimos años.
El problema se agrava porque siempre atrás de este tema se esconde otro, que es el cuestionamiento más severo que pretenden hacerle a la astrología: que los “signos de la gente” ya no coinciden con las constelaciones tal como estaban hace más de 2000 años atrás. Es decir que, no solo habría 13 (trece) signos en lugar de 12 (doce), sino que quien afirma que es del signo de Cáncer debiera ser de Géminis, porque el Sol está pasando por esa constelación. Concretamente, según estos astrónomos, los astrólogos no nos habríamos percatado que existe el corrimiento progresivo del ciclo solar de las estaciones del año con respecto al trasfondo de constelaciones zodiacales, como consecuencia del movimiento de precesión del eje terrestre.
El primer tema es la necesidad de distinguir Signo de Constelación: El problema de los astrónomos, y – lo que aún es más grave – de muchos astrólogos es la confusión entre Signo y Constelación. Porque, para colmo, muchas veces algunos astrólogos pretenden aclarar este tema por los medios y solo aportan más confusión.
Desde tiempos remotos la humanidad estaba atenta a los movimientos del Cielo. Los movimientos de los astros y su regularidad eran los que aportaban la idea de orden en contraposición al supuesto caos reinante en la Tierra. De ahí la idea de comenzar a ver en el arriba la correspondencia con el abajo en una cosmovisión orgánica, y que hasta el día de hoy, y a pesar del cientificismo, perdura fuertemente en el alma de la humanidad. La Astrología es uno de los principales exponentes de esa forma de ver el Cosmos y de ahí su inclaudicable fortaleza.
Sobre el telón de “estrellas fijas”, lo importante era atender que hacían en particular el Sol y la Luna, ya que de ellos y de sus ciclos dependía la sobrevivencia humana en el despertar de la civilización. Posteriormente, se vio que un grupo de planetas o “estrellas errantes” también se movían por dicha banda de constelaciones aportando otro conjunto de novedades. Esta banda de constelaciones son solo un pequeño grupo de las 88 en las que actualmente se divide el cielo. Y su importancia radica en que ellas son el telón de fondo donde acontece este conjunto de movimientos planetarios, de la misma forma que un escenario constituye el telón de fondo de una obra de teatro.
El movimiento aparente anual del Sol a través de las constelaciones –en realidad nosotros nos trasladamos alrededor de él– describe una línea denominada Eclíptica (porque allí se producen los Eclipses). La Luna y los planetas describen trayectorias similares aunque no idénticas a esa línea. Y esa banda de estrellas, de aproximadamente 16 grados, 8 º hacia arriba y debajo de la Eclíptica es el Zodiaco, donde están las tradicionales 12 (doce) constelaciones –o tal vez trece o catorce, poco importa–
Es por eso que en el estudio de la historia de las constelaciones el Zodiaco tiene gran importancia, ya que está formado por constelaciones situadas en el camino del Sol, la Luna y los planetas, por lo que no es extraño que desde antiguo se le diese prioridad a su estudio. Y el número de 12 (doce) veremos que arraigaría fuertemente en los doce meses o ciclos Sol - Luna que hay, aproximadamente, en un año solar. Si bien la herencia de las constelaciones proviene de Grecia, sus orígenes se remontan a los pueblos mesopotámicos.
Los pueblos mesopotámicos llamaban a este circuito el camino de Sin (la Luna) y ya hay constancias de que tenían un conjunto de hasta 18 (dieciocho) constelaciones en dicha franja, con un zodíaco completo por lo menos desde el 1000 AC., según consta en las Tablas Mulapin.
Hoy sabemos que somos nosotros quienes nos trasladamos alrededor del Sol, pero eso no afecta en nada que la visión desde nosotros sigue mostrándonos al Sol transitando por esta banda de estrellas en un recorrido anual. Hoy, además, sabemos que la Tierra tiene su eje de rotación diaria inclinado alrededor de 23 grados respecto a esta órbita solar. Es decir, que si prolongamos el Ecuador de la Tierra en el Cielo, este formará un ángulo de alrededor de 23 grados con la Eclíptica.
El resultado más visible todos lo conocemos y son los días de distinta duración y el ciclo de las Estaciones del año. Cuando el Sol, en su trayecto por la Eclíptica, pasa de sur a norte por el Ecuador Celeste tenemos el equinoccio de marzo y comienza la primavera en el hemisferio norte y el otoño en el hemisferio sur. Para los antiguos mesopotámicos esto era interpretado como que el Sol atravesaba el camino de Anu, o el lugar donde se encuentran las estrellas que están medio día por arriba y medio día por debajo del horizonte.
Se estima que durante la época caldea, bajo el reinado de Nabucodonosor II, alrededor del siglo VI antes de Cristo, los astrónomos caldeos formalizaron el concepto de Eclíptica y dividieron el círculo de 360 grados en 12 (doce) sectores de 30 (treinta) grados cada uno y nombrándolos según 12 (doce) de las 18 (dieciocho) constelaciones que formaban parte del camino de Sin, para hacerlo coincidir con los 12 (doce) meses lunares. La finalidad de tal división era poder medir con precisión los ciclos de tiempo, obteniendo un calendario astronómicamente fundamentado y que sirviera desde el punto de vista civil, político y religioso. El comienzo del ciclo, obviamente, se lo ubicó en el momento donde le daban comienzo al año, a saber, el Equinoccio de marzo, cuando el Sol en su camino por la Eclíptica estaba medio día por encima y medio día por debajo del Horizonte, dando comienzo a la primavera en el Hemisferio Norte. Ellos decían que el Sol cruzaba por el camino de Anu, nosotros hoy decimos que el Sol toca el Ecuador Celeste en el denominado Punto Vernal. Podemos decir que además de surgir una forma moderna de calendario, aquí nace el concepto de Signo Zodiacal y la Astrología Occidental.
Como podemos darnos cuenta aquí, las constelaciones no eran ni 12 (doce), ni 13 (trece), ni 14 (catorce) ¡sino 18 (dieciocho)! Y, sin embargo, la división en 12 (doce) se hizo igualmente determinando los meses y tomando el nombre de solo 12 (doce) de las 18 (dieciocho) constelaciones. Por eso ya podemos ir concluyendo que poco importa si hubiere un tramo de alguna otra constelación en la Eclíptica. Es decir, son poco relevantes las constelaciones reales si no los 12 (doce) sectores iguales de 30 (treinta) grados, medidos a partir del Punto Vernal, con lo cual se pretendió delimitar los meses del año. Estos son los Signos Zodiacales a los que no deben confundirse con las constelaciones, de las cuales es cierto que toman el nombre. De ahí que también se perpetúa la confusión. En el siglo VI antes de Cristo la primera constelación ubicada allí era el actual Carnero o Aries.
Igualmente, puede afirmarse que hay algo de mala fe en algunos astrónomos al plantear estas polémicas, ya que el Punto Vernal se sigue llamando 0 de Aries y el Punto Opuesto 0 de Libra aún en los gráficos astronómicos. Asimismo, los Trópicos en los mapas se siguen llamando de Cáncer (donde el Sol cae vertical el 21-22 de junio, inicio del Signo de Cáncer) y de Capricornio (donde el Sol cae vertical el 21-22 de diciembre, inicio del Signo de Capricornio). Esos nombres ya han quedado impresos hasta en los mapas a pesar del cambio de Constelaciones.
El desplazamiento del Sistema de Signos respecto a las Constelaciones.
La Tierra es afectada por el movimiento del Sol y la Luna pues “obligan” al Ecuador a alinearse con la Eclíptica, tal como un trompo que se inclina es atraído por la atracción del piso. Este movimiento hace que en el largo plazo el eje de la Tierra describa un cono de rotación o bamboleo, tal como hace el trompo para “evitar” caerse. La diferencia es que uno de estos círculos se describe muy lentamente y lleva alrededor de 26.000 años de duración un giro completo. La consecuencia de este bamboleo es que el Punto Vernal y el sistema completo de Signos se muevan en sentido inverso por el trasfondo de constelaciones en lo que se denomina Precesión Equinoccial. De ahí que, actualmente, detrás del “Signo” de Aries, o sea “el primer sector de 30 grados a partir del Punto Vernal”, está como telón de fondo el comienzo de la constelación de Piscis, ya cerca de la parte final de la constelación de Acuario. Actualmente los astrólogos occidentales solemos usar el patrón de estrellas fijas y las constelaciones que son recorridas en sentido inverso para hablar de Eras astrológicas. Pero no se utilizan habitualmente en los horóscopos individuales.
Aquí, en el siguiente video puede apreciarse lo expuesto:
CONCLUYENDO:
Hemos visto entonces que poco importan las constelaciones totales del Zodíaco ya que el concepto de Signo para la Astrología Occidental tiene su génesis con cierta independencia de las constelaciones, y toma al Punto Vernal, el inicio del ciclo estacional del Sol, como origen para delimitar los 12 colores energéticos o Signos. El Signo es más bien fruto de una relación o vínculo Geo-Solar y no un espacio absoluto colgado de estrellas, que en realidad no existe rigurosamente como tal. De ahí que se dice que la Astrología Occidental es trópica, al tomar al Signo Zodiacal como fundamento de su actividad. Atender a las constelaciones sería un criterio Sidéreo o Sideral (el Cielo).
El tema específico de Ofiuco, es entonces un tema menor pero lo dejamos para una próxima entrega…
Sergio Barreiro