Si bien las modalidades o ritmos son conceptos esenciales para la comprensión de la dinámica de los signos zodiacales, no se encuentra generalmente en los textos una descripción acorde a su importancia.
Además el material en uso tiende a un exceso de adjetivación, al estilo de los cardinales son precipitados, los fijos lentos y los mutables inestables, que poco ayudan a reflexionar sobre la conducta particular de cada una de las modalidades.
Si reflexionamos desde el diagrama zodiacal, los cardinales inician cada uno de los cuadrantes, manifestando el dinamismo de cada elemento: Aries (Fuego, voluntad), Cáncer (Agua, emotividad), Libra (Aire, pensamiento), Capricornio (Tierra, concreción).
Son signos objetivos, en tanto el foco de atención se centra fuera del sujeto, en un área exterior donde mostrará el esplendor del respectivo elemento. Están urgidos por la pasión de la manifestación, por poner en acto su potencial.
Por supuesto que la polaridad activa (Fuego y Aire) se desenvuelve con mayor vehemencia, mientras que la pasiva (Agua, Tierra) actuará con una cuota de cautela.
Pero la energía propia de la cardinalidad, corre el riesgo de dispersarse y agotarse en sí misma sin el acompañamiento de los signos fijos, cuya tarea es la concentración de la energía del cardinal del mismo elemento que lo precede.
Son signos subjetivos, en tanto realizan la tarea interior de estabilizar, incorporar, acumular, procesar, reflexionar, a fin de lograr la consistencia firme de la cualidad elemental.
E. Bacher los define como la manifestación del Amor del elemento. Cada signo fijo ocupa el quinto lugar desde el cardinal respectivo, de manera que puede pensarse en el simbolismo de la estrella de cinco puntas donde se inscribe el hombre según nos recuerda el conocido dibujo de Leonardo da Vinci. Dicho de otra manera: los fijos portan el objetivo de llevar adelante el proceso de encarnar, de corporizar el principio abstracto manifestado a través de los cardinales.
Por último, la dinámica mutable trasunta el principio conciliación, nivelación, neutralización de las modalidades anteriores. Su función es efectuar una síntesis superadora de la tensión dialéctica entre objetividad y subjetividad.
Para E. Bacher denotan la manifestación de la Sabiduría del elemento. Cada signo mutable ocupa el noveno lugar desde el cardinal respectivo. El simbolismo del número nueve remite a perfección, culminación de ciclo y retorno a la unidad, realización.
Nada que no sepamos, pero vale de vez en cuando repasar estos conocimientos adquiridos al principio del aprendizaje astrológico.